Sentarme a leer
es recordar. Es recordar tal vez todo lo que debo escribir. Todo lo que alguna
vez dije o lo que quizás pensé. Nunca creí que fuera posible ver hacia atrás y
poder recordar cada minuto de una gran vida tan sólo con leer alguna carta
escondida. Mi vida se mueve y tengo que admitir que muchas veces a lugares que
desconozco. No se siquiera cómo interpretarlo ya que siempre aparento segura de
donde voy y resulta que la vida me da sorpresas que antes no podía ver. Las
sorpresas siempre han sido inesperadas pero eso no las hace aun menos especial
y emocionantes. Tú fuiste una sorpresa. Por qué siempre todo vuelve a ti? Esto
no era sobre ti. Era sobre mí. Sobre lo que llevaba dentro desde que empecé el
largo camino de relatar cada una de mis emociones, por más indescriptibles que
estas puedan ser. Pero todo vuelve a ti. Supongo que de nada vale tratar de
esconder el hecho de que estás en cada rincón, por mas minúsculo que sea, de
cada pensamiento que tengo y de cada cosa que hago. Sencillamente ya no puedo
imaginar empezar a relatar una historia sin tu presencia en ella. Te has vuelto
esa parte tan vital que no pensé que tendría. Es extraño este sentimiento. Es
algo que no compartía.
Mis relatos no
siempre han tenido un fin, una razón, una musa, algún tipo de inspiración. Pero
por algún motivo ahora tú te has convertido en justo eso, todo eso. Que
sorpresa! Y ahí está otra vez, esa palabra “sorpresa”. Tengo la firme convicción
de que ella es justo lo que te define “sorpresa”. Llegaste de la nada, algo que
no quería, ni buscaba, ni mucho menos anhelaba. Pero, que sabía yo? Es como el
ciego que nunca ha visto la hermosura de un atardecer o lo encantador de un arcoíris
o quizás lo hermoso de una composición de colores. Llegaste y te convertiste en
una constante sorpresa. Una sorpresa que no se termina (y que nunca quiero que
se termine). Llegaste y no sé cómo explicarte.
Pusiste mi mundo
de ladito. No para que todo empezara de nuevo, no para que me olvidara de lo
viejo, no para interrumpir el movimiento constante de mi universo y mi
inocencia. No. Sencillamente para recostarlo del tuyo y permitirme alcanzar un
mundo sencillo y perfecto, simple y sin complicaciones y aun así, imposible de
describir.
Tú. Tú que no
intentas entenderme, cambiarme, cuestionarme “por qué?”. Tú has sido mi
verdadera sorpresa. Esa que mencioné, inesperada. Esa que no sabía que deseaba
pero qué feliz estoy que llegó.
Te prometo algo
que no he prometido anteriormente. Te prometo no hacer promesas que no tengo
manera infalible de cumplir. Te prometo que todo eso que quiero, que queremos,
lo trabajaremos paso a paso tan sólo con el fin de lograrlo. Porque sé que
podemos. Porque así lo quiero. Porque así lo creo.
Te agradezco. Te
agradezco tu presencia en mi vida, el hablarme de todo, la desaparición (qué
mentira) de mi miedo, tu hombro para llorar, tus ojos que me miran como tan
sólo tú sabes hacerlo, esa voz que me cautiva, esas manos que llenan las mías a
cada momento, ese constante sentimiento de que te extraño, esos labios que
cuando me besan siento que puedo explotar de felicidad. Te agradezco…
justamente eso.
Y entre quizás,
los últimos pensamientos de estos versos está el hecho de que mi miedo se
radica en que nunca sabré si se siente así para ti. Y eso me aterra, me
inmoviliza, me detiene en el acto. Pero ahora, lo único que pienso es
justamente esto: Para mí fue una sorpresa divina encontrarte. Quizás estaba
escrito en las estrellas este amor tan indescriptible. Y si esto fuera lo último
que la vida me permitiera decirte, estaría conforme porque es justo lo que
quiero que quede y eso es que: Te Amo mi sorpresa…
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